Tener un perro o un gato en casa puede ser muy beneficioso para el desarrollo madurativo infantil, especialmente en los planos emocional, social y de la responsabilidad. Estos beneficios dependen siempre de que la familia supervise la relación, elija bien al animal y marque límites claros.
Desarrollo emocional
La convivencia con perros o gatos ayuda a los niños a regular mejor sus emociones, reduciendo estrés, miedos y ansiedad, y favoreciendo estados de ánimo más estables y alegres. El vínculo afectivo con la mascota aporta sensación de consuelo y seguridad, lo que contribuye a una mayor autoestima e inteligencia emocional.
Empatía y habilidades sociales
Cuidar de un perro o gato exige que el niño aprenda a “leer” señales no verbales, ponerse en el lugar del animal y respetar sus necesidades, lo que fortalece la empatía y la compasión. Esta experiencia se traslada a sus relaciones con otras personas, mejorando la comprensión de los demás, las habilidades de comunicación y la conducta prosocial.
Responsabilidad y autonomía
Participar en rutinas como alimentar, cepillar, limpiar o jugar con la mascota enseña al niño a asumir tareas, organizarse y entender que otro ser vivo depende de sus cuidados. Esto fortalece el sentido de responsabilidad, la perseverancia y la capacidad de cumplir compromisos a lo largo del tiempo.
Desarrollo físico y cognitivo
En el caso de los perros, los paseos y el juego activo fomentan la actividad física, ayudan a combatir el sedentarismo y favorecen hábitos saludables desde edades tempranas. La interacción con mascotas también se asocia con estimulación cognitiva: más curiosidad, mejor lenguaje (al hablar con el animal) y oportunidades para aprender sobre la naturaleza, el ciclo de la vida y la muerte.
Bienestar general y salud
La presencia de perros o gatos en casa se relaciona con menor percepción de soledad, más sensación de compañía y apoyo emocional continuo en la vida cotidiana del niño. Algunos estudios indican, además, posibles efectos positivos sobre la salud física, como mejor equilibrio cardiovascular por el juego y, en ciertos casos, menor riesgo de alergias cuando la exposición es temprana y supervisada.



